Los viajeros frecuentes de autopista reconocen que los puentes, túneles y zonas cercanas a los suburbios importantes suelen estar equipados con alumbrado público, mientras que otros tramos de autopista rara vez cuentan con luces LED a prueba de explosiones. La ausencia de este tipo de iluminación en muchas zonas no es un descuido, sino una elección estratégica basada en el valor económico.
Cuestiones de seguridad
Las carreteras normales suelen estar equipadas con balizas reflectantes que, combinadas con los faros del vehículo, satisfacen suficientemente las necesidades de iluminación de los conductores. Sorprendentemente, la instalación de luces LED antideflagrantes podría aumentar los riesgos de la conducción. Estas luces ofrecen una iluminación irregular y discontinua, lo que puede provocar efectos visuales peligrosos para los conductores a alta velocidad. Esta alternancia entre luz y oscuridad puede dar lugar a percepciones visuales erróneas, aumentando significativamente el riesgo. Además, la escasa luminosidad y la luz dispersa de las farolas antideflagrantes pueden causar fatiga y mareos al conductor durante trayectos largos, lo que supone un riesgo para la seguridad.
Consideraciones económicas
La instalación de luces LED antideflagrantes en las autopistas conlleva importantes costes a largo plazo, como el tendido de conductos para cables, el equipamiento de dispositivos, la gestión del personal y el mantenimiento de la infraestructura. La escasa eficacia de una inversión de este tipo la hace económicamente inviable.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, la probabilidad de ver luces LED antideflagrantes en las autopistas, ahora o en el futuro, sigue siendo mínima. La atención sigue centrada en soluciones de iluminación prácticas y económicamente sólidas que den prioridad a la seguridad de los conductores sin imponer cargas financieras innecesarias.