Inicialmente, es importante reconocer que tanto el metano puro como el monóxido de carbono carecen de olor, mientras que el biogás emite un olor desagradable debido a los gases adicionales, lo que convierte al olor en una herramienta de identificación ineficaz.
Lo adecuado es encender estos gases y observar sus comportamientos de combustión. La combustión del metano genera un mayor número de moléculas de agua que la del monóxido de carbono.
Encendiendo individualmente cada gas y cubriendo después el llama con un vaso de precipitados seco y frío, la formación de condensación en el interior del vaso significa metano, mientras que su ausencia indica monóxido de carbono.